lunes, 27 de mayo de 2019

Educación 2030. Práctica 10

En 2019, parecía que el ritmo del avance tecnológico no tendría fin. Y, en parte, no lo ha tenido: ahora, en 2030, casi todo lo que nos rodea en nuestra cotidianidad funciona de manera autónoma (desde los coches hasta los electrodomésticos). Sin embargo, las cosas no han cambiado tanto como uno podría esperar once años atrás. Y menos en la educación pública, aunque la privada no es que sea especialmente puntera en este sentido.

Desde que soy interino, me he movido por un sinfín de centros educativos y la verdad es que el panorama me recuerda mucho al que me encontré cuando realicé mis primeras prácticas. Eso de que cada alumno iba a tener un ordenador o una tableta sigue siendo un mito. Los libros de texto son un negocio tan rentable que ahí siguen, solo que con más dibujitos y menos texto. Ah, y bueno, lo de las pizarras electrónicas ya ni os cuento. Con suerte, cada aula tiene un proyector, un ordenador y altavoces. 

Se hablaba mucho también de que la profesión docente iba a desaparecer, pues los robots acabarían suplantándonos en nuestro oficio. Menudo chiste. Eso me recuerda a las películas de los setenta que vaticinaban un principio del siglo XX con coches voladores y con guerras entre el ser humano y la máquina . El cyberpunk queda mejor en la ficción.


Así que estamos igual que antes, ni más ni menos. Hasta la ESO y el Bachillerato perviven sin cambios. Lo único reseñable del panorama actual es que los profesores estamos más coordinados y planteamos nuestras clases de otras maneras (por grupos, por proyectos, etc.). Imagino que tales tecnologías acabarán llegando, pero todavía falta mucho recorrido, y más cuando estas cosas dependen de la inversión pública. Y, bueno, ya lo sabemos: los asuntos políticos tienen su propio ritmo. 


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