Tengo un
TOC, creo.
Colecciono
libretas donde nunca anoto nada por ser demasiado bonitas. En cambio, la
fealdad de las nuevas tecnologías me anima a apuntar en blocs de notas de diversa
índole, con sus peculiaridades propias y características -según Apple Store-
innovadoras, facilitadoras de vida, rápidas y útiles para mi tiempo. Yo lo hago
porque son feas de narices.
Desde que
empecé a estudiar Periodismo fui la encargada de realizar tareas creativo-detectivescas
en los grupos de clase, y mi compañera Aitana sabe de lo que hablo. Mi absoluta
incapacidad por ser mínimamente categórica -así como mi condición de persona
maja- obligaba a mis compañeras a proporcionarme tareas manipulativas, ya fuera
dentro o fuera de un ordenador. Y digo dentro o fuera, porque cuando nos
ponemos frente a una pantalla, ya sea cine, televisión, o sobremesa, eso es
precisamente lo que ocurre, se crea una inmersión.
Como contaba,
hallado el modo en el que no me dispersaba, mis compañeras -y maestras-
decidieron encomendarme estas tareas: ‘¿Cómo podemos llamar a la revista?, ¿Y el
diseño?’, ‘-¿Ponemos a una paloma tocando el ukelele? -¿Qué tiene que ver eso
con Marshal McLuhann?- Que el ukelele es el medio y la paloma es el mensaje’.
(Esto último no pasó, pero podría haber ocurrido). Y, en todo este trayecto que
fue la carrera, de enriquecimiento personal y laboral, fui adquiriendo sin
darme cuenta una serie de herramientas imprescindibles para sobrellevar mis TOCS:
1. Tienes
32542 copias de seguridad en Microsoft Word
Voy a
escribir los versos más tristes esta noche para que acaben ahí, en la lista de
copias de seguridad de Microsoft Word.
Llamas
para tomar notas de un suceso; abres un Word, transcribes una entrevista; Word,
tienes una idea sobre un artículo divertido; Word… y la “papelera” de las
copias de seguridad es para la periodista como su cigarrillo y su sombrero
echado hacia atrás, imprescindibles para rescatar versiones, para tener “eso ahí”
que no te gusta mucho pero “mejor que se quede ahí, con sus tres mil hermanos,
en comunión”.
Como decía
al principio, no se escribe en las libretas bonitas, pero se anotan muchos
documentos muy feos, quizá porque, a veces, no le demos valor a lo que
escribimos… y muy probablemente porque no nos podemos permitir alquilar demasiados
metros cuadrados. El espacio es importante, y el peso, pues también.
2. Los
grupos de WhatsApp
Odio
eterno a los grupos de WhatsApp. Amor incondicional a los GIFs. Malas
combinaciones.
Lo primero
que miro cuando me levanto y lo último que veo cuando me acuesto es,
probablemente, esta aplicación. “Bona nit, ma” (familia), “oído” (trabajo), “qué
hartazgo más grande” (club de lectura feminista), “creo que fui yo” (amigas), “pues
no sé quién habrá sido” (otros). Mi grupo de WhatsApp favorito sigue siendo el
salón de casa.
3. HTML,
otro lenguaje
Como el
que tengo con mi gato, el que uso cuando algo no va bien en una web es también
un lenguaje distinto; algo en el código va mal si recibo un zarpazo y el banner de una galería de
fotos se solapa sobre el texto; lo mismo ocurre si este hipervínculo ha
desaparecido o este H2 ha seleccionado un párrafo entero para delicia de mis
ojos. ¿La forma de aprenderlo? Como todo lenguaje, trasteando. Además, se
pueden hacer cosas tan bonitas después de editar durante días seguidos la misma
plantilla hasta volverte tarada que, bueno, da gusto.
4. Spotify
para los paseos y la lluvia de ideas
Reconozco
que entre tanta hiperactividad no hay cosa que más me guste que subirme a un
autobús o tren y escuchar música. Actualmente tengo Spotify por la gran
variedad que encuentro -además de unas listas personalizadas muy buenas para
descubrir nuevas canciones-. Me ayudan también a trabajar en tanto que llego mucho
más tranquila después de haberme montado mi película al ritmo de cualquier cosa.
Los paseos con los cascos, aunque sean para ir a hacer la compra, son mucho más
productivos si tienes pendiente hacer alguna lluvia de ideas.
5. Notas,
la App
¿Cuál es el Word/papelera que uso durante
estos paseos? Si no tengo un banco donde sentarme (y ahí sí, volver al mundo
analógico) Notas es la mejor opción. Además, la gente aún se extraña cuando ve
a alguien apuntando algo en un papel, como si les fueras a atacar con el afilado
puñal de lo desconocido (¡qué miedete!). En cambio, si te ven dándole al móvil
se piensan que has caminado por la playa hasta ese banquito para subirlo a Instagram
y todo se torna más tranquilo, sosegado y agradable de miradas ajenas.
6. QuarkXpress
/ InDesign
Durante la
asignatura “Diseño blablablá y gráfica”, popularmente conocida como “Gráfica” o
“La que me queda”, muchos prometimos no volver a tocar estos programas. Una vez
aprobada la asignatura, algunos individuos optamos por su desinstalación,
creyendo así que no volveríamos a caer en sus zarpas. ¡MAL! ¡Cuesta tanto
encontrar la versión que tenías cuando te hace falta! Porque siempre, S I E M P
R E, habrá algo que maquetar o editar cuando sepan que puedes hacerlo. Como el
HTML, son cosas que te hacen sudar, pero el resultado siempre merece la pena.
7. Gmail
Organizar
por carpetas los correos después de descartar la cuenta donde llega todo el
spam es algo que hemos hecho muchos, al final no siempre cumplimos con eso de
clasificar y ser ordenados. Y es que aunque Gmail sea muy necesario, WhatsApp
lidera nuestras relaciones más importantes hasta el punto de que se utiliza
solo para cuestiones meramente administrativas. Además, falta la opción “Insertar
GIF de gatos”.
8. Wordpress
Escribir
en una plataforma propia para poder invitar a tus amigos, conocidos y compartir
ideas siempre me ha fascinado (desde los tiempos de Fotolog). Todo empezó con
La ventana cinética, donde hablaba principalmente de cine y sobre lo que
contaba el cine que veía o me gustaba, siempre con las gafas moradas. Me
gustaría poder continuarlo en un tiempo.
9. Twitter
Compartir noticias, opiniones, preguntas, respuestas… Eso sí, filtrando contenido, bloqueando a quien no te apetezca escuchar, sin obligaciones personales de aceptar peticiones de amistad y con la posibilidad infinita de incluir GIFS de gatos.
10. Instagram
Instagram es el expositor de información por excelencia, ya sea para compartir información de un evento, una obra, exponer trabajo gráfico o visual de cualquier tipo. El diseño es fluido, sencillo y eficaz, y permite deslizar el timeline rápidamente, descartando los selfies que no nos interesan de fotografías de viajes (muy útiles si te gusta dar tumbos por el mundo y descubrir próximos destinos), restaurantes, conferencias... Instagram sirve para stalkear desde lo más bueno hasta lo peor, así que mejor nos quedamos con lo bueno, ¿no? Además, se pueden hacer propuestas didácticas interesantes a partir de esta aplicación, creando hashtags y comunidades con un funcionamiento igual al de Twitter.
En la educación…
Más que
implantar las TIC en la educación deberíamos hablar de llevar la realidad al
aula. Esto sí, la realidad también debería contemplar situaciones de lo más
cotidianas, como estar sentado sin ningún enchufe cerca y saborear los
beneficios de cosas que no necesitan batería, como un libro. Los alumnos, al
fin y al cabo, ya vienen con el TOC de las TIC de serie.
Miauuu. Seguro que en clase me enseñas a insertar GIFs de gatos en comentarios. 😸
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